Según la Encuesta de Delitos Económicos 2018, el 87% de las empresas cuenta con un programa formal de ética y cumplimiento, sin embargo, solo el 49% han llevado a cabo una evaluación de riesgos en los últimos 24 meses.

De acuerdo con el Índice de Capacidad de Combate a la Corrupción (CCC), elaborado por primera vez, México obtuvo una calificación de 4.6 -en una escala del 1 al 10-, en la que 10 significa mayores posibilidades de sacar a la luz, castigar o detener la corrupción. 

De ahí la importancia de la labor minuciosa, compleja y efectiva del Chief Compliance Officer (CCO) y los programas de ética y cumplimiento en las empresas.

El tema de la corrupción es intrínseco a los mexicanos. De acuerdo con el Índice de Percepción de la Corrupción 2018, emitido por Transparencia Internacional, México se colocó en el lugar 138 de 180 países evaluados, tres puntos por debajo del desempeño de 2017, obteniendo 28 puntos en una escala de 0 a 100, empatado con Guinea, Irán, Líbano, Papúa Nueva Guinea y Rusia.

Más aún, la corrupción es un factor que afecta gravemente la competitividad de nuestro país. Por ejemplo, el Global Competitiveness Report Index 2017-2018, del Foro Económico Mundial (WEF), identifica a la corrupción como el primer lugar entre los factores más problemáticos para hacer negocios en México y atraer Inversión Extranjera Directa (IED).

En el rubro de competitividad, nuestro país tiene un puntaje de 46.0 puntos sobre 100 y ocupa el lugar 127 de 140 países; es decir, estamos reprobados en la materia.

El actual gobierno ha puesto el combate a la corrupción como prioridad. Al año la corrupción provoca una pérdida del 5% del Producto Interno Bruto (PIB) y, en algunos casos, alcanza hasta el 10% de la riqueza nacional, según la Secretaría de la Función Pública (SFP).

De forma mediática han destacado un sin número de actos de corrupción gubernamental, pero ¿qué ocurre al interior de las empresas? Según la encuesta de Fraude y Corrupción de la firma KPMG, 4 de cada 10 empresas ha realizado pagos extraoficiales a funcionarios públicos.

Evasión fiscal, un moche para agilizar un trámite, inflar presupuesto, además de presentar documentación falsa en un proceso de licitación son algunos de los actos de corrupción que se cometen en el sector privado.
De acuerdo a los especialistas consultados, al interior de las organizaciones actores internos y externos (agentes, comisionistas, contratistas, entre otras partes) son los más susceptibles al fraude.

“Las áreas más vulnerables a incurrir en actos de corrupción de falta de compliance son las áreas de compras, las áreas que tienen mucho contacto con gestiones de aduanas, de comercio exterior y las que están en contacto con funcionarios públicos. En el caso de fraudes, ante fallos de controles internos, cualquier empresa está expuesta”,

explica Wendy Alcalá, vicepresidenta de Legal y Compliance de Nestlé en México.

El porcentaje de actividades de corrupción por parte de actores externos se ha incrementado considerablemente. En 2016 representaban un 25%; en 2018 se incrementó en 7 puntos porcentuales mientras que, los actores internos, representaban un 63%: un punto porcentual menos que en 2016, según el estudio Global Economic Crime and Fraud Survey 2018 de PwC’s, consultoría integral, asesoría y auditoría internacional.

EL COMPLIANCE EN LAS EMPRESAS

De acuerdo a información de PricewaterhouseCoopers (PwC’s), 1 de cada 10 empresas no cuenta con programas formales de ética y cumplimiento, además de que el 66% no ha llevado a cabo una evaluación de riesgos de corrupción, lo cual denota que los programas no se aplican de manera eficiente.

Ignacio Gabriel Stepancic, director de Compliance en Grupo Bimbo, subraya la necesidad de implementar los programas no por obligación, sino por compromiso real. “Tenemos que fundamentar los negocios a la luz de la integridad”, afirma. Y agrega que un programa de compliance es un tema estratégico, que se conforma de diferentes pilares, mismos que se alimentan entre sí:

  • Tone at the top: los puestos altos deben estar muy alineados con el tema de cumplimiento, reconocer que hacer bien las cosas tiene una ventaja, ganancias e imagen, incluso como un valor agregado para los colaboradores, los accionistas y la sociedad.
  • Tone at the middle y Tone at the bottom: en este nivel, la cultura de la integridad ha permeado y los mandos medios deben de detectar ésto como un área de oportunidad.
  • Capacitación: los colaboradores tienen que conocer las implicaciones de sus actos y qué hacer ante un funcionario, proveedor o empresa que lo incite a realizar un acto de corrupción. Con ello, todas las áreas de la empresa estarán alineadas con la integridad de toda la organización.
  • Comunicación: El tema de ética y cumplimiento no es solo una obligatoriedad, sino un tema de difundir la integridad como valor necesario, que no solo beneficia a una empresa, sino a la sociedad en su conjunto.
  • Monitoreo: “Lo que no se mide no se puede mejorar”, dice la máxima. Y, en ese sentido, no se trata de evaluar si el programa es efectivo, sino detectar áreas de oportunidad. No es solo una auditoria: el compliance tiene otro campo de acción para poder detectar los miedos y necesidades de todos las áreas que conforman la empresa.

Se debe considerar que 7 de cada 10 fraudes en empresas se llevan a cabo debido a que, en el proceso, había huecos que lo hicieron posible. El 12% de las personas que cometieron algún acto delictivo dentro de las empresas se justificaron argumentando que lo hicieron por la presión de alcanzar los objetivos y dar resultados, según el Global Economic Crime and Fraud Survey 2018.

CONSEJOS


Para evitar que un acto de corrupción o fraude lesione a las empresa, Alcalá recomienda cubrir los siguientes puntos, con lo cual se podrá realizar una radiografía de la empresa:

  • Conocer a fondo las operaciones en la empresa
  • Detectar los sectores más vulnerables
  • Ubicar las áreas de oportunidad en los procesos
  • Hacer un mapeo de riesgos
  • Implementar medidas
  • Capacitación
  • Hacer pruebas y monitoreo
  • Actualizar el programa, según las necesidades

Los especialistas coinciden en que no se puede tener una receta de compliance porque cada empresa tiene sus propios riesgos y procesos específicos que pueden ser vulnerables.

EL COMPLIANCE OFFICER

Deloitte define al director de cumplimiento en jefe, o el Chief Compliance Officer (CCO), como alguien que tiene la responsabilidad de vigilar la administración de los riesgos de cumplimiento y de reputación. Un CCO capacitado abre una ventaja competitiva para su organización.
Alcalá sostiene que el encargado de compliance tiene la obligación profesional de denunciar un acto ilegal al interior de la empresa, sin importar que la acusación cause un impacto colateral al prestigio de la organización. Callar, ser omisos, los vuelve cómplices, afirma.

Un CCO tiene que ser una persona íntegra en lo personal y en lo profesional, con una voluntad férrea ante actos de este tipo, con el olfato de un detective para detectar este tipo de ilícitos y ponerle un freno en seco, además de tener la capacidad de trabajar en equipo.

“Debe conocer a fondo todos los departamentos y áreas de la empresa, para entender los procesos de cada una y detectar áreas de oportunidad”, explica.

Uno de los grandes retos de los CCO, coinciden los especialistas, es el poder de acción; es decir, los socios o propietarios de una empresas tienen que darles la libertad para actuar conforme a la ley. En caso contrario, este tipo de esfuerzos (contar con un CCO al interior de una organización), no serán más que simulaciones.

Alcalá concluye: “El CCO trabaja con una empresa, pero opera casi de forma independiente, pues nunca debe de tener miedo a la hora de tomar las medidas necesarias”. Y agrega: “No solo porque se trata de un aspecto legal, sino porque es lo correcto”.

Por Pamela Rendón Echeverría